sábado, septiembre 27

Son las tres y cuarto
y vuelves a casa
caminando
de puntillas
por miedo a despertar a tus monstruos.

Luces el rímel corrido
y respiras -más bien suspiras-
porque esa es la única forma que encuentras de pasar desapercibida.
Porque estás llena
pese a que todo se antoja vacío.

Destrozas las medias en el ascensor
y sonríes al espejo
porque no te reconoces
y estás preciosa.

Te tumbas en la alfombra
y metes tus manos bajo las bragas
para acariciar mi ausencia.
Cierras los ojos
y esperas el naufragio.

Y entonces
silencio.
Un silencio
tan desgarrador
que no te deja dormir.