jueves, diciembre 26

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Voy a preguntarle a la almohada el por qué de que tu sonrisa se rompa en mil pedazos y a mi solo me dejes cuidar de uno de ellos. Y es que aunque sé que aún me suspiras se se me hacen las noches más largas, y sigo con la puta manía de imaginar que aquí, además de ti, no ha pasado nada.

Que quiero que vengas y les grites que a ti te escribí el primer día que te miré, y que qué coño sabrán ellos de musas si no hablan de ti al despertar en ninguno de sus versos.

Aún tienes aquí el hueco donde apoyabas la cabeza al dormir, y está tan frío que ya me estoy acostumbrando a eso del invierno y no quiero vivir en ninguna otra parte.

Y es que me he cansado tanto de perderme que ahora sólo pienso en volver a encontrarte.
Verás, es que me da igual si vienes o te vas, porque ya has estado.

martes, diciembre 3

El calor pudre, el frío conserva.

Estaba pensando en escribirte un verso en el espejo que dejas empañado al salir de la ducha. En mirarte por detrás y pensar cómo será acariciar ese lunar que imagino que tienes desde el primer día que te miré. Y es que no sé en qué momento, pero me has clavado tu boca justo aquí, en la clavícula, y ahora cada vez que me muerdo la boca pienso en ti. Que yo ya sé todo eso de mirarte cuando no me ves, y que sé que tú también lo haces y por eso sonrío a oscuras, y entonces tengo esas imágenes que sólo he visto yo, y por eso me asustan, porque son mías. Que quizá nos congelemos, pero es que alguien me dijo una vez que el calor pudre, y que el frío conserva, y desde entonces yo siempre he querido vivir congelada. Y entonces apareces tú con las manos tan heladas que dan miedo, pero yo sonrío como quien prueba el sexo por primera vez y entonces ya no quiere dejar de probarlo.