martes, marzo 11

Estoy
a cuarenta y nueve
madrugadas
de imaginarte
para poder empezar
a verte
como eres.

Pero
esta noche
me dedicaría
casi
exclusivamente
a lamerte las heridas.

Ya sé que no vas a salvarme.
Precisamente por eso.

Te he visto
jugar
a pisar sólo las líneas blancas
del paso de peatones.
Y créeme
que hay cosas
difíciles de olvidar.

Porque te he visto.
Y te vi.
Y tenías miedo a la lluvia
y yo sólo quería mojarme.
Qué desastre.
Y qué bonito.

Que la risa
hace perder el miedo
y tú a mi las bragas
y acabo de deudas
hasta el ombligo.

Ya sé
que tú nunca
has sido
de estar
pero si quieres que vaya
deja la ventana abierta.
Te invito a un paseo en autobús.

Voy a colarme
en tus precipicios
para que tengas que luchar
por no caerte
o tirarte
sin abrir los ojos.


Pero sé
que sabes
hacerlo mejor
y aún estoy esperando a que saltes,
valiente.

Siempre puedes
romper
al invierno.
O a mi.
Que viene a ser lo mismo.
Y ya
me has salvado
la vida
en más de una ocasión.

Digamos
que me debes
más noches
de las que puedo soportar.
Y que esta certeza
por eso de que tus ojos,
me asusta
más o menos
para siempre.


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