No es fácil notar la textura del cariño en mi piel cuando estoy cubierto por la miel de sus caricias. Lo físico y lo espiritual se confunden en una bañera de agua tibia.
Es sencillo sentir calor, e identificarlo con algo más profundo, cuando su roce quema mis entrañas, cuando entro en sus entrañas. Sin embargo, en el momento en que su calidez corporal desaparece, se aleja de mi, sólo sabré que la llama existe si aparece el fantasma del candil, con el fuego de la ausencia doliente, de la desazón y de la lágrima nacida de la chispa, e incendia mi corazón, la noche y el día. Luego, cuando ella vuelva, el fantasma se irá de nuevo y ya no veré el dibujo tatuado con zumo de limón en mi corazón hasta su próxima ausencia, o hasta que la llama, de tanto acercarse, queme ese amor y no la necesite nunca más.
Es sencillo sentir calor, e identificarlo con algo más profundo, cuando su roce quema mis entrañas, cuando entro en sus entrañas. Sin embargo, en el momento en que su calidez corporal desaparece, se aleja de mi, sólo sabré que la llama existe si aparece el fantasma del candil, con el fuego de la ausencia doliente, de la desazón y de la lágrima nacida de la chispa, e incendia mi corazón, la noche y el día. Luego, cuando ella vuelva, el fantasma se irá de nuevo y ya no veré el dibujo tatuado con zumo de limón en mi corazón hasta su próxima ausencia, o hasta que la llama, de tanto acercarse, queme ese amor y no la necesite nunca más.
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