miércoles, abril 3

Ella corría. Sólo sabía correr.

Ella corría escaleras abajo sin mirar atrás. Ella corría como aquellos que corren con prisa pero sin saber a dónde van, como aquellos que corren en días lluviosos sin temor a tropezar. Pisó el sucio asfalto deteniéndose en cada charco, porque si por ella fuera se hubiera parado a nadar en ellos, pero sabía que la poca cantidad de agua no podía abarcar su cuerpo, así como la poca cantidad de corazón no podía abarcar su amor.
Ella corría calle abajo con la ligereza de la soledad en los talones. Corría como los que corren buscando que el viento los despeine. Ella corría con la intención de perder sus zapatos y volver a casa con el maquillaje corrido y la sonrisa profunda, tan profunda que no se pudiera ver.
Ella sonreía. Sonreía porque sabía correr. Lo había olvidado todo excepto eso. Desde que sus manos se marcharon ella sólo sabía correr. Corría mientras follaba, corría durante los desayunos y las cenas, veía películas en las que la gente corre y se metía en la cama con la prisa de los que tienen demasiadas cosas que hacer al día siguiente. Ella había aprendido a correr mientras hacía cualquier otra cosa.


Pero esa noche no fue suficiente.
Esa noche corrió con el peso de la desesperación. Esa noche corrió como los que corren con los ojos cerrados y la boca abierta. Esa noche corrió para no ahogarse, para no encontrarse, para no perderse. Esa noche corrió buscando una salida, o una entrada. Esa noche buscaba un nuevo corazón, más pequeño. O un nuevo amor, más grande. Esa noche buscaba algo hecho a medida.
Y no lo encontró.

Ella corría como los que corren sin saber que se engañan.
Ella corría sin saber que las cosas a medida sólo puede tejerlas uno mismo, porque sólo uno mismo conoce las medidas.

Ella corría demasiado rápido como para darse cuenta.

1 comentario:

  1. Me gusta que ese libro siga ahí.

    PD: Me acordé de ti al escribirlo por el mismo motivo.

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