martes, octubre 23

La ausencia es la delatora de los sentimientos.

La ausencia es la delatora de los sentimientos. Es la llama que muestra el dibujo trazado con zumo de limón en mi corazón. A simple vista, la pluma mojada en el ácido líquido no dejó huella en mí. Sin embargo, la ausencia, la distancia, el desamor, desvelarán lo escrito en todo su esplendor, mediocridad o inexistencia. Cuando la mano que manejó la pluma se encuentra lejos, y no la siento sobre mí, llega el fantasma de su no presencia con un candil. Y, a fuerza de desgarrar mi alma, de quemarme por dentro, sé que quiero a alguien, o qué sé yo. Es otra relación de dependencia: necesito estar lejos de la que duerme conmigo para cerciorarme de que quiero seguir soñando a su lado. Si no aparece ese fantasma, está claro: nada me corroe, soy hielo que flota sobre el agua plácidamente. 

No es fácil notar la textura del cariño en mi piel cuando estoy cubierto por la miel de sus caricias. Lo físico y lo espiritual se confunden en una bañera de agua tibia.
Es sencillo sentir calor, e identificarlo con algo más profundo, cuando su roce quema mis entrañas, cuando entro en sus entrañas. Sin embargo, en el momento en que su calidez corporal desaparece, se aleja de mi, sólo sabré que la llama existe si aparece el fantasma del candil, con el fuego de la ausencia doliente, de la desazón y de la lágrima nacida de la chispa, e incendia mi corazón, la noche y el día. Luego, cuando ella vuelva, el fantasma se irá de nuevo y ya no veré el dibujo tatuado con zumo de limón en mi corazón hasta su próxima ausencia, o hasta que la llama, de tanto acercarse, queme ese amor y no la necesite nunca más.

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