martes, octubre 16

¿Sabemos reconocer la belleza?


¿Somos capaces de reconocer el talento? ¿Nos pararíamos a disfrutarlo?

Para contestar a estas preguntas, el Washington Post preparó un concierto de violín en la céntrica estación de L'Enfant Plaza, en la capital de Estados Unidos, Washington. Se trataba de averiguar cuántas personas perciben la música; cuántas reconocen esa música como bella; cuántas se pararían a escucharla y cuántas darán un donativo.

Sería interesante, antes de continuar leyendo, que cada lector se hiciera la pregunta: ¿Qué ocurrirá? Veamos lo que el director de orquesta Leonard Slatkin contestó a esa misma pregunta: "Creo que quizás 35 ó 40 reconocerán la calidad. Unos 75 ó 100 se pararán para escuchar la música unos minutos. Y entre todos donarán unos 150 dólares".

Veamos qué ocurrió. Estación de L'Enfant Plaza, 07:51 de la mañana de un frío 12 de enero de la ciudad de Washington. Un joven llamado Bell, vestido con pantalones vaqueros, una camiseta de manga larga y una gorra entra en la estación, desenfunda su violín y comienza a tocar.
Y esto fue lo que ocurrió. Pasaron tres minutos y 63 personas hasta que alguien percibiera la música por primera vez. A los 43 minutos habían pasado ante él 1.070 personas. Sólo 27 personas le dieron dinero, la mayoría sin pararse ni un segundo. En total, recogió de la funda del violín 32 dólares y 17 céntimos. Muy lejos de los 150 dólares previstos por Leonard Slatkin. Y muchos más lejos de los 100 dólares de media, y por asiento, que sólo unos días antes habían pagado por escucharle tocar en el Boston Symphony Hall, que, ese día, registró un lleno completo. 
Porque el joven Bell, que tocaba en la estación de metro con camiseta y gorra, no era otro que el virtuoso y famoso violinista Joshua Bell. El mismo que interpretó la parte solista de la maravillosa película "El violín rojo". Película que recibió un Óscar a la mejor banda sonora. El mismo que, una fría mañana de enero, interpretó, en la estación de metro, una partitura de Johann Sebastian Bach, seguida del Ave María, de Schubert. Y los interpretó, nada más y nada menos, que con un Stradivarius de 1713 valorado en más de 8 millones de dólares. Y todo por 32 dólares y 17 céntimos.

Todos creemos que somos capaces de reconocer lo bello; pero, ¿Lo somos?

1 comentario:

  1. Ese es el problema, que a las 9 de la mañana tenemos cosas "más importantes" que hacer. Estamos demasiado ocupados, demasiado ocupados como para percibir algo bello que se nos muestra sin más, estamos tan ocupados que queremos elegir las cosas en lugar de esperar a que se muestren. En lugar de mirar un poco más allá, sólo un poco más, no muy lejos. Queremos que la belleza venga cuando nos apetezca percibirla, queremos elegir el momento, el tiempo exacto y el lugar. Y lo peor de todo es que no nos damos cuenta de que es el tiempo el que nos elige a nosotros.

    (Gracias por darle un poco de vidilla a esto :))

    ResponderEliminar