jueves, diciembre 26

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Voy a preguntarle a la almohada el por qué de que tu sonrisa se rompa en mil pedazos y a mi solo me dejes cuidar de uno de ellos. Y es que aunque sé que aún me suspiras se se me hacen las noches más largas, y sigo con la puta manía de imaginar que aquí, además de ti, no ha pasado nada.

Que quiero que vengas y les grites que a ti te escribí el primer día que te miré, y que qué coño sabrán ellos de musas si no hablan de ti al despertar en ninguno de sus versos.

Aún tienes aquí el hueco donde apoyabas la cabeza al dormir, y está tan frío que ya me estoy acostumbrando a eso del invierno y no quiero vivir en ninguna otra parte.

Y es que me he cansado tanto de perderme que ahora sólo pienso en volver a encontrarte.
Verás, es que me da igual si vienes o te vas, porque ya has estado.

martes, diciembre 3

El calor pudre, el frío conserva.

Estaba pensando en escribirte un verso en el espejo que dejas empañado al salir de la ducha. En mirarte por detrás y pensar cómo será acariciar ese lunar que imagino que tienes desde el primer día que te miré. Y es que no sé en qué momento, pero me has clavado tu boca justo aquí, en la clavícula, y ahora cada vez que me muerdo la boca pienso en ti. Que yo ya sé todo eso de mirarte cuando no me ves, y que sé que tú también lo haces y por eso sonrío a oscuras, y entonces tengo esas imágenes que sólo he visto yo, y por eso me asustan, porque son mías. Que quizá nos congelemos, pero es que alguien me dijo una vez que el calor pudre, y que el frío conserva, y desde entonces yo siempre he querido vivir congelada. Y entonces apareces tú con las manos tan heladas que dan miedo, pero yo sonrío como quien prueba el sexo por primera vez y entonces ya no quiere dejar de probarlo.

domingo, noviembre 10

Aún a riesgo de enfriarme yo.

Como cuando hacemos de los días Odiseas pudiendo hacer Maravillas. O como cuando me dices que podrías comerte las estrellas y yo te creo.
La putada es que fuimos una sucesión de casualidades, y podría haber pasado cualquier cosa, pero no, pasaste tú. Tuviste que pasar tú como pasa la lluvia en un día soleado. Porque supongo que la lluvia también lo notará, y que para ella no será lo mismo caer sobre un paraguas que caer sobre tu pelo. Y por eso viene sin avisar, porque le gusta que se te olvide coger el paraguas, (lo que la lluvia no sabe es que a ti siempre se te olvida cogerlo).
Que sé que a veces tienes frío y yo te ofrezco mi espalda aún a riesgo de enfriarme yo. Y que estrellarnos y que duela nunca fue tan fácil, ni tan frágil, y nunca pensé que la tragedia fuera a parecerse a esto. Pero aquí estamos, tú y yo. Como siempre. Como nunca.

martes, octubre 8

Un poco más de nadie.

Que tú no lo sabes, pero te he escrito versos que se han perdido entre las cuatro paredes de mi boca, y hablé de tus manos con la farola de enfrente de mi ventana, y me dijo que sí, que ella también te las mira de reojo, y que por esas comisuras es normal volverse loca. Y que no te lo contara, que quererte en silencio siempre fue mucho más fácil y se siente más, y las palabras son muy putas y pueden echarte de aquí. Que soy de las que se sientan siempre en el mismo sitio del autobús por tener alguna que otra costumbre, y por no perder la costumbre de pensarte mirando al vacío. Y hoy te vi y no ibas de su mano y a mi me pareció verte un poco más feliz, un poco más libre, un poco de todo el mundo, un poco más de nadie.

domingo, septiembre 15

Pisándome los talones.

"Yo también quiero enamorarme, pero realmente todavía no sé cómo. Una vez, no hace mucho, estuve a puntito, a puntito de conseguirlo, pero, al parecer fue tan sólo un espejismo. Otra vez, también creí estar enamorado, pero mi amor estaba tan lejos que los besos llegaban desnudos y las caricias se tornaban arañazos. Y yo me pregunto: "¿Tan difícil es esto de enamorarse?". Algún día, al borde de la desesperación, saldré a la calle, y a la primera linda "mullalla" que me encuentre le diré: "Che, ¿me puedo enamorar de vos?". Pero seguramente saldrá corriendo con la pregunta pisándole los talones.
Así, enamorarse debe ser, por ejemplo, risa con eco, debe ser descubrir dos manos más en el espejo, debe ser llanto con cuatro mejillas o descubrir otra vecina orilla allá, no más lejos del hombro; debe ser luchar por un segundo más de placer y, después, luchar por un centímetro más de colchón.
Sin embargo, para enamorarse, hace falta mucho valor. Valor para asumir la responsabilidad del desengaño, de la rutina, del silencio, del mirar y no ver nada. Y esto lo sé porque hace un momento, caminando por la calle, una linda "mullalla" se me ha acercado y me ha preguntado: "Che, ¿me puedo enamorar de vos?" y yo, muerto de miedo, he echado a correr con la pregunta pisándome los talones."

martes, julio 9

Verás, es que yo sólo quiero volar, sólo eso.

Vuelves cuando los autobuses están de retirada y los taxis ya cobran tarifa dos. Vuelves cuando los pies ya simplemente sólo saben pesar demasiado. Vuelves, vuelves y no sabes adónde, porque no es a casa, porque eso no se parece a tu concepto de casa, y mucho menos a tu concepto de hogar.

Cruzas el umbral y te saludan unos cuadros que no habías visto en tu vida, y te sientes estúpida al asombrarte del frío que hace, como si ese lugar alguna vez hubiera sido cálido, como si los momentos cálidos no hubieran sido lo suficientemente efímeros como para no dejar huella.

Vuelves con las sonrisas vacías y las caricias olvidadas, y parece que no hay más remedio que levantar la cabeza y seguir dando lo que esperan de ti, lo que exigen de ti.

Y es que quizá nunca te habías sentido tan vacía.

Verás, es que yo sólo quiero volar, sólo eso.

sábado, abril 20

Brindar a destiempo.

Brindar a destiempo se ha convertido en algo tan común que hasta parece normal. Brindar a destiempo suele ir acompañado de abrazar cuerpos a contra-reembolso, y lo que es peor, a veces con intereses.
Brindar a destiempo es sinónimo de no tener nada que decir, de encoger los hombros, de callar cuando deberías gritar y de hablar cuando sólo puedes salir corriendo.
Brindar a destiempo es anteponer la seguridad a la locura, el sueño al insomnio, las sonrisas cuerdas a los suspiros que queman. Brindar a destiempo es buscar lo que te hace bien y dejar a un lado lo que te hace vibrar.
De lo que hablo es de alzar la copa por esa chica que te agrietó el corazón y dedicarle tu mejor sonrisa. Desgastada. Quemada. Rota.
De saber que nunca volverás a querer con la misma intensidad, y mucho menos, tampoco te lo vas a permitir. Pero por el contrario podrás elegir a quién quieres querer. De lo que hablo es de pensar que puedes elegir en el amor.

Brindar a destiempo es dejar que la vida te viva a ti en vez de consumirla tú a ella.
Brindar a destiempo es sinónimo de normalidad.

jueves, abril 18

No recuerdo nada, excepto a ti.

Sólo recuerdo que estaba perdida y te busqué. Pero no conocía tu rostro, y tampoco tu forma, ni tu sonrisa. Y visité muchos sofás, y muchas clavículas, pero es que tu alcoba era la única que tenía respuestas, y tú me dijiste que podía coger las que quisiera. Y eso hice.
Y sólo recuerdo que más tarde no supe qué hacer con ellas, y te las quise devolver. “Son tuyas”, dijiste, como con miedo a tener que volver a hacerte cargo de ellas.

Y yo estaba allí buscándote, porque tú no eras tú, y yo no era yo, y parecía que sólo sabíamos existir en pasado. Y me preguntaba si tus respuestas eran reales o eran consuelo, y supe que nunca lo sabría.

Ojos de hielo.

Tú eras pregunta y yo quería formularte. Tú eras pregunta y también respuesta, y yo quería hacerte parte de mi.

Tú, siempre con esa sonrisa, siempre con esas ganas. Te hacías partícipe del mundo y hasta la soledad suspiraba por poseerte alguna que otra noche.
Tú, que andabas cada rato en un colchón distinto, porque querías absorber, porque si no absorbías no eras tú.
Tú, que pasas por mi lado y tu sonrisa no se borra, pero tampoco nace. Que me estremeces cuando transformas el dolor y lo conviertes en dulce, y entonces yo ya sólo quiero ser dolor.
A ti, que estás aquí cuando no te veo, sólo mírame un rato más.

Tú; que desbordas, arrasas, encoges.

Ojos de hielo, derríteme.

lunes, abril 8

Primero todo, y después nada.

Hablas. Hablas sabiendo que nadie te presta atención, o al menos la atención que a ti te gustaría recibir.

Tus palabras se evaporan y salen a tientas atravesando los cristales de estas cuatro paredes, sin hacer ruido. Tus palabras se escapan buscando un lugar donde esconderse, y ambas sabéis que nunca os volveréis a ver. Y lo aceptas. Y ellas sonríen como quien saborea la libertad por primera vez.
Hablas. Hablas y tus palabras dejan de ser pensamiento para empezar a ser voz. Y se frustran porque al ser voz pierden todo el sentido. Y yo sonrío porque siento que a las mías les pasa lo mismo cuando hablan de ti.

Hablas. Hablas como quien siente que nadie le escucha pero no puede dejar de hablar. Haces pausas de 63 minutos mientras te encargas de buscar un lugar donde tus palabras sean escuchadas.

Hablas como quien sabe que dentro de un rato sus palabras serán recuerdo, y dentro de dos ya no serán nada.
Primero todo, y después nada.

miércoles, abril 3

Ella corría. Sólo sabía correr.

Ella corría escaleras abajo sin mirar atrás. Ella corría como aquellos que corren con prisa pero sin saber a dónde van, como aquellos que corren en días lluviosos sin temor a tropezar. Pisó el sucio asfalto deteniéndose en cada charco, porque si por ella fuera se hubiera parado a nadar en ellos, pero sabía que la poca cantidad de agua no podía abarcar su cuerpo, así como la poca cantidad de corazón no podía abarcar su amor.
Ella corría calle abajo con la ligereza de la soledad en los talones. Corría como los que corren buscando que el viento los despeine. Ella corría con la intención de perder sus zapatos y volver a casa con el maquillaje corrido y la sonrisa profunda, tan profunda que no se pudiera ver.
Ella sonreía. Sonreía porque sabía correr. Lo había olvidado todo excepto eso. Desde que sus manos se marcharon ella sólo sabía correr. Corría mientras follaba, corría durante los desayunos y las cenas, veía películas en las que la gente corre y se metía en la cama con la prisa de los que tienen demasiadas cosas que hacer al día siguiente. Ella había aprendido a correr mientras hacía cualquier otra cosa.


Pero esa noche no fue suficiente.
Esa noche corrió con el peso de la desesperación. Esa noche corrió como los que corren con los ojos cerrados y la boca abierta. Esa noche corrió para no ahogarse, para no encontrarse, para no perderse. Esa noche corrió buscando una salida, o una entrada. Esa noche buscaba un nuevo corazón, más pequeño. O un nuevo amor, más grande. Esa noche buscaba algo hecho a medida.
Y no lo encontró.

Ella corría como los que corren sin saber que se engañan.
Ella corría sin saber que las cosas a medida sólo puede tejerlas uno mismo, porque sólo uno mismo conoce las medidas.

Ella corría demasiado rápido como para darse cuenta.

lunes, marzo 11

Piensa, soñador.

Acuérdate de lo que fuimos. De lo que fuiste. De cada palabra que hemos otorgado a oídos ajenos, a cabezas ajenas. Recuerda cada una de las bocas que has besado, cada uno de los cuellos que han embriagado tus sábanas y cada una de las salivas que han permanecido en tu boca durante tres días. Piensa en cada una de las cenas que has compartido, en cada uno de los desayunos que has preparado para alguien que no era yo. Piensa en la cantidad de lunares que han acariciado las yemas de tus dedos y en las lágrimas ajenas que se han escondido bajo tu jersey azul. Piensa en cada uno de los cafés que saboreaste pensando en sus mejillas, en cómo mirabas el último sorbo pensando en su sonrisa rasgada tras alguna que otra impertinencia. Recuerda tu primer te quiero y luego todos los que vinieron después. A distintos cuerpos. A distintos labios. Rememora la primera vez que lloraste porque no encontrabas sus ondulaciones y cómo el fin del mundo nunca llegó. Piensa en cada una de las fotografías especiales y en cómo terminaron pérdidas en el cajón donde guardas todas las cosas que no tiras por si acaso. En cómo una palabra cambió tu manera de ver el mundo y en cuando creíste que te salvarían y al final nunca lo hicieron.
Piensa, soñador.

sábado, marzo 9

Muchos nombres, y muchas formas.

Últimamente todo sabe un poco más amargo que tiempo atrás. Te busco a destiempo y no me encuentras. Y las intenciones ya son de todo menos intenciones. Las miradas ya no crean convicciones y sólo son capaces de sembrar dudas. Que marchitan. Con cada suspiro.
Que ahora soy más de mirarte cuando no me ves. Y de no buscar tu aprobación. Y entonces pienso que este amor se aleja, un poco más. Y esta torpeza se queda, un poco menos. Y cómo escuece mirarte de lejos a veinte centímetros de tus ojos. Que si te aprieto es porque temo no volver a sentir esa sonrisa del primer día. Y también está aquí el miedo a no volver a robarte esas ganas. Locas. De mi.

Y es que últimamente aquí naufragan todos, menos yo. Porque sigo esperando. Y esta espera puede tener muchos nombres, y muchas formas. Y todas llevan a lo mismo. Al mismo cuerpo, a los mismos ojos, al mismo gris.

jueves, enero 31

A mi es que me enamoras en cada fruncimiento de ceño.

A ver cómo te lo explico. Que consigues romperme las comisuras cada vez que me sonríes y niegas con la cabeza, y las muñecas cada vez que no consigo rodear tus caderas.

Y yo sé que es difícil apostar y seguir, porque a veces pasa, y otras pesa. Pero es que esos ojos se merecen algo más que vivir a destiempo. Y esas manos se merecen algo más que acariciar corduras.

Que yo no voy a darte calor, que eso te lo puede dar cualquiera. Yo voy a helarte, que eso sólo puedo hacerlo yo. Y luego te derrito. Y te fundes en mí. Y nos fundimos. 

miércoles, enero 9

Porque eso era lo que buscaba todo el mundo.

Supongo que cada persona tiene su forma de comprenderlo, su momento de lucidez. Mi momento fue de madrugada, quizá un sábado, un lunes, o una mezcla de ambos. Sólo recuerdo que debían ser las 06:10, que me miré al espejo y tenía los labios rotos y eso bastó para comprender lo demás. Entonces sonreí y se agrietaron aún más, y con cada sonrisa no podían dejar de romperse. Y lo entendí. Recordé la esponja de incertidumbre posándose en mi garganta y absorbiendo sonrisas y lágrimas, paralizándome, blanqueando mi cerebro. Recordé mis brazos temblando y mi corazón buscando traspasar mi pecho y clavarse en el tuyo, y hacerte sangrar. Y eso era lo que más quería, lo que más buscaba; hacerte sangrar.

Aún notaba cada beso en la textura de mis labios, en cada cicatriz. Y tú no habías parado hasta desgarrarlos y tener el poder de reconstruirlos. Porque eso era lo más importante. Porque eso era lo que buscaba todo el mundo. 

jueves, enero 3

De sus labios.

"Lo peor de ser adicta al Whisky es saber que dentro de un tiempo no bastarán cinco copas para enmudecer mi corazón. Que necesitaré una botella para quemar mi garganta, para hacerla sangrar. Y sé que cuando eso pase, tú no podrás cargar con ese peso. Tus brazos no soportarán llevarme a la cama borracha y permanecer a mi lado cuando la resaca hiele mi corazón horas más tarde".